La muestra de pintura de Felipe Muñoz encierra varios aspectos plásticos y conceptuales que denotan un grado de reflección ante el entorno en que se desenvuelve.
La mayor parte de sus piezas tienen como temática el indigenismo nacional, con la búsqueda de revalorizar la cultura de los pueblos indígenas y recordarle al espectador la existencia de sociedades que se desarrollan en perfecto equilibrio con la naturaleza.
Algunas de estas representaciones evocan lo poético del pensamiento rudimentario, otras representan el contraste entre los pueblos indígenas y la sociedad caraqueña, mientras otras solo se deleitan con el detalle de las huellas del tiempo en un rostro. La vida cotidiana de estos pueblos, sus creencias, tradiciones, costumbres y rituales impulsan a Felipe Muñoz a elaborar su perspectiva particular de los valores sociales y culturales, e invita a cuestionar seriamente el ideal de progreso de la sociedad en la que vivimos, invita a reflexionar en torno a la dirección que llevan las sociedades de consumo, invita a pronosticar su futuro si se continua el deterioro que implica la devastación del planeta con la excusa del “progreso”. También expone como realidad la armonía y el respeto mutuo, la necesidad de igualdad y lo espiritual en lo cotidiano.
El color como protagonista de estas imágenes descriptivas ayuda a que la lectura de las piezas permanezca en el recuerdo del espectador, la fuerza entregada a cada pintura cambia constantemente, la pincelada evoluciona en función del discurso. Algunas obras naturalistas describen situaciones concretas que parecen sacadas de la memoria de otra vida, que se presentan como la suma de lo que se piensa con lo que se ve y con lo que se recuerda, unificados en lo que se cree con devoción. Por otro lado otras piezas se conforman con manchas y pintura aguada, dándole paso al azar en la representación, para así formar imágenes pensables que se concluyen solo en la mente del espectador, quien es encargado en este caso de abrir la puerta a la imaginación de los detalles y del contexto en que estos personajes viven. Por que no solo se muestran colores y formas, se plantea Muñoz en estas piezas dar una manifestación de vida, con esperanzas de que las reflexiones ante cada pintura nos lleven a entendernos como espectadores, que nos impulsen a reflexionarnos, a cuestionar nuestras acciones, a redefinir nuestras prioridades y a mejorar lo necesario para coexistir en armonía con el prójimo y el planeta a la vez que evolucionamos y crecemos como personas.
La mayor parte de sus piezas tienen como temática el indigenismo nacional, con la búsqueda de revalorizar la cultura de los pueblos indígenas y recordarle al espectador la existencia de sociedades que se desarrollan en perfecto equilibrio con la naturaleza.
Algunas de estas representaciones evocan lo poético del pensamiento rudimentario, otras representan el contraste entre los pueblos indígenas y la sociedad caraqueña, mientras otras solo se deleitan con el detalle de las huellas del tiempo en un rostro. La vida cotidiana de estos pueblos, sus creencias, tradiciones, costumbres y rituales impulsan a Felipe Muñoz a elaborar su perspectiva particular de los valores sociales y culturales, e invita a cuestionar seriamente el ideal de progreso de la sociedad en la que vivimos, invita a reflexionar en torno a la dirección que llevan las sociedades de consumo, invita a pronosticar su futuro si se continua el deterioro que implica la devastación del planeta con la excusa del “progreso”. También expone como realidad la armonía y el respeto mutuo, la necesidad de igualdad y lo espiritual en lo cotidiano.
El color como protagonista de estas imágenes descriptivas ayuda a que la lectura de las piezas permanezca en el recuerdo del espectador, la fuerza entregada a cada pintura cambia constantemente, la pincelada evoluciona en función del discurso. Algunas obras naturalistas describen situaciones concretas que parecen sacadas de la memoria de otra vida, que se presentan como la suma de lo que se piensa con lo que se ve y con lo que se recuerda, unificados en lo que se cree con devoción. Por otro lado otras piezas se conforman con manchas y pintura aguada, dándole paso al azar en la representación, para así formar imágenes pensables que se concluyen solo en la mente del espectador, quien es encargado en este caso de abrir la puerta a la imaginación de los detalles y del contexto en que estos personajes viven. Por que no solo se muestran colores y formas, se plantea Muñoz en estas piezas dar una manifestación de vida, con esperanzas de que las reflexiones ante cada pintura nos lleven a entendernos como espectadores, que nos impulsen a reflexionarnos, a cuestionar nuestras acciones, a redefinir nuestras prioridades y a mejorar lo necesario para coexistir en armonía con el prójimo y el planeta a la vez que evolucionamos y crecemos como personas.