Como una de las principales herramientas para describir un espacio en la pintura periférica, y como consecuencia del trabajo del collage, aparece la desfragmentación del espacio, que es más una multiespacialidad. Si en la perspectiva sugerida se evidencian dos planos espaciales o más, es más común que el espectador relacione su espacio real (material-tridimensional), con los espacios simulados (pictórico-bidimensional).
Si el espacio pictórico al que el espectador está habituado se ve deformado o interrumpido por personajes que bajan a un plano espacial intermedio, la bidimencionalidad en la pintura empieza a perder fuerza, y se hace menos necesaria. Esto hace que el espectador identifique al personaje en un plano que no es ni de la pintura ni de la sala en la que se expone, y es esta ruptura de los espacios la que permite que el espectador vea como factible la posibilidad de interactuar con el espacio presentado en la pintura, y esto nos lleva como parte de la interpretación, a plantearnos una opinión o posición que asumiríamos de estar presentes realmente en este espacio pictórico.
¿La pintura como medio de reflexión?
¿Qué pasaría entonces si la pintura creara un espacio percibidle como un espacio real?
¿Tomaríamos posición presencial dentro del espacio pictórico?